Tomado de: https://www.elcomercio.com/tecnologia/bluey-robot-ecuatoriano-juego-tecnologia/
En un entorno educativo dinámico, Juan Mathías Tenensaray, un niño de tan solo cuatro años, muestra entusiasmo y concentración al interactuar con Bluey, un robot diseñado para responder con movimientos como agitar la cola cada vez que el niño selecciona correctamente un color. Su atención se mantiene fija tanto en la pantalla como en los efectos visuales de las luces LED, lo cual evidencia la capacidad de atracción que posee esta herramienta.
Este ejemplo representa una iniciativa tecnológica de origen ecuatoriano que logra integrar el juego, el aprendizaje y la tecnología en una experiencia significativa para la infancia.
La robótica educativa se está consolidando progresivamente como un recurso pedagógico esencial para la formación de competencias del siglo XXI. Este enfoque didáctico permite a los estudiantes desarrollar habilidades relacionadas con las áreas STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas), así como fomentar el pensamiento lógico, la solución de problemas y la comprensión de conceptos fundamentales de programación. Gracias a su carácter interactivo y lúdico, los robots educativos transforman el modo en que los niños aprenden, convirtiendo la enseñanza tradicional en una experiencia más participativa, creativa y contextualizada.
En el contexto ecuatoriano, ya existen esfuerzos institucionales que apuntan en esta dirección. Un ejemplo destacado es el de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, que ha incorporado robots como Embot en sus programas educativos para apoyar el desarrollo cognitivo en etapas tempranas de la escolaridad. Este tipo de prácticas se alinean con experiencias internacionales en el uso de herramientas similares, como Cubetto o Thymio, que también han demostrado ser eficaces para introducir a los más pequeños en los fundamentos de la programación de manera tangible y accesible.
Así, la robótica educativa no solo representa una innovación tecnológica, sino que se configura como un componente transformador en los procesos de enseñanza-aprendizaje, con un potencial considerable para reducir brechas educativas, estimular la curiosidad científica desde edades tempranas y preparar a los estudiantes para los desafíos del futuro digital.