En un laboratorio universitario ubicado en la ciudad de Quito, Ecuador, se está gestando una innovación tecnológica que representa un avance significativo en el campo de la robótica aplicada a la salud y la inclusión.
Se trata de una mano robótica inteligente, capaz de aprender de manera autónoma cómo manipular objetos, utilizando para ello tecnologías como la visión artificial y sensores mioeléctricos, los cuales detectan y procesan las señales eléctricas generadas por la actividad muscular humana.
A diferencia de los desarrollos comunes en centros de alta tecnología como Silicon Valley, este proyecto emerge desde un entorno académico local y ha sido liderado por un estudiante universitario que, tras retomar sus estudios, ha canalizado su pasión por la robótica hacia un propósito social y transformador: mejorar la calidad de vida de personas con amputaciones.
En un contexto nacional donde las prótesis mioeléctricas de alta gama pueden alcanzar precios superiores a los 20.000 dólares, esta propuesta se posiciona como una alternativa asequible y funcional, fabricada con materiales biodegradables y con un enfoque inclusivo orientado a aquellas personas que, por limitaciones económicas, no pueden acceder a soluciones comerciales.
La prótesis no solo tiene potencial en el área de la salud, sino que también ofrece posibilidades de aplicación en sectores industriales complejos, incluyendo entornos de alto riesgo o radioactividad, gracias a su capacidad de adaptación y precisión..
El proyecto, desarrollado en la Universidad UTE, es liderado por Paúl Heredia, un joven apasionado por la tecnología desde temprana edad, quien ha puesto el enfoque de su trabajo en una meta profundamente humana: permitir que una persona recupere funciones tan básicas como sostener un lápiz o una botella, mientras la prótesis aprende a aplicar la fuerza justa mediante interacción con su entorno. Este enfoque centrado en el usuario y la autonomía del dispositivo marca un hito en la robótica social y accesible desarrollada desde América Latina.